Si existe un lugar que puede alardear de su historia y de su gran belleza arquitectónica, esa es la capital de Ecuador, Quito. Fundada en 1535 y declarada patrimonio cultura de la humanidad por la UNESCO en 1978, ir a Ecuador sin visitarla es casi que imposible.
Cabe mencionar que la ciudad tiene una elevación de unos 2,800mts de altura, lo que la lleva a tener un clima bastante cálido y fresco.
Todo parece indicar que no hay problemas en conocer Quito, pero hay un detalle: desde mi punto de vista, la ciudad no es tan segura como muchos pensarían. Si bien es cierto que ninguna metrópolis es tranquila en cuanto al tema de la seguridad, fue en ésta (en todo lo que he viajado hasta el momento) en donde sentí más incertidumbre a la hora de recorrerla.
Por suerte, nunca me tocó la mano del hampa en todo el tiempo que estuve en Quito, pero no tuvo que sucederme nada para darme cuenta de lo feo que puede terminar un paseo.
Recuerdo que el 25 de diciembre del año pasado salí con un amigo australiano, el cual conocí en el hostal donde estábamos hospedados, a recorrer el centro de la ciudad. Luego de un rato deambulando y sin saber qué hacer, decidimos ir al cerro El Panecillo, ese que aparece en la foto de abajo.
Caminamos varias cuadras del centro histórico hasta que vimos pasar una patrulla policial turística llevándose a un turista herido de la cabeza. Mi amigo y yo asumimos que fue víctima de un robo o algo parecido, pero tratamos de no darle mucha importancia al hecho.
Seguimos nuestro camino hasta las escalinatas que nos llevarían a la cumbre de El Panecillo, en donde se encuentra la majestuosa estatua de la Virgen María.
Pero, ¿adivinen qué? No pudimos llegar, o no quisimos mejor dicho, ya que a la mitad de la subida vimos a la distancia como un chico les robaba, con cuchillo en mano, a una pareja de australianos y luego salió huyendo. Nos tocó devolvernos y acompañar a la pareja hasta el inicio de la subida, en donde una patrulla los auxilió.
Historias como las que viví ese día son comunes a lo largo de Quito. Durante el tiempo que pasé en Colombia, ya venía escuchando episodios de otros viajeros sobre lo peligroso que es la urbe quiteña. Como a un amigo argentino, que por poco le arman una trifulca para quitarle un insignificante encendedor.
En todo el tiempo que viaje por Colombia apenas me preocupé por mi seguridad, pero al llegar a Quito todo fue diferente. Es muy irritante que una ciudad tan hermosa e histórica sufra de este tipo de problemas, con una frecuencia tan desmesurada.
Debido a ello, muchas personas apenas visitan la capital o la pasan de largo, y el miedo de que les pueda suceder algo es mayor cada día. Visité Quito durante la pasada navidad y año nuevo. Estuve 11 días, en los cuales las fiestas y la actividad comercial están en su punto máximo.
Todavía recuerdo festejar la navidad con la familia de la couchsurfer que me hospedó en el sur de la capital, pasar año nuevo con unos locales desconocidos en un área cercana al centro histórico, y ambas celebraciones implicaba tomar un taxi o regresarme al hostal donde estaba hospedado tarde en la madrugada.
Aun cuando puedo presumir que pasé esos 11 días sin ningún problema, lastimosamente otros viajeros no corren con la misma suerte. No permitas que las historias y voces, alertándote del peligro, te impidan de conocer Quito.
Hay demasiadas cosas que ver y hacer en esa ciudad, como para que dejes pasar semejante oportunidad. Quizá llegues y no te sientas tan cómodo con tanta inseguridad, pero no dejes que el temor se apodere de tu mente porque nunca podrás disfrutar del lugar. Sólo toma las precauciones debidas, con un poco de sentido común y te irá bien.
¡A visitar Quito se ha dicho!
Toda la razón, he viajado muchas veces pero en esta ciudad que es bella y majestuosa sentí mucha inseguridad, en calles desoladas aparecía de la nada tipos con mala facha, y unas caras que no por ser discriminados pero se notaba que era gente de mal vivir, en pleno centro de Quito, a plena luz del día y junto a una imponente iglesia varías mujeres se prostituían y por ahí cerca rondaban sus proxenetas, subí al Cerro el Panecillo por mi cuenta y gracias a Dios que no me pasó nada, pero recuerdo haber pasado por callejones donde había uno que otro beodo tirado en el piso, esos sí había en un tramo uno o dos policías, creo que el problema se maximiza en las noches, quisiera salir a dar una vuelta por el centro histórico pero a pesar de que no estoy muy lejos siento angustia que me pueda pasar algo y peor fuera de mi país, es una ciudad que merece ser visitada y conocida pero con mucha precaución.